martes, 27 de noviembre de 2007

Cosas de Princesas


Érase una vez una princesa, que desde pequeña, siempre quiso bailar.
La princesa, creía que nunca iba a encontrar el príncipe adecuado y por eso empezó a bailar con vulgares cortesanos, que la trajeron zapatos, que la quedaban muy pequeños, pero ella, aunque estaba incómoda, bailaba, porque siempre quiso bailar.
También bailo con príncipes que la trajeron zapatos horrorosos con los que la princesa se empezó a sentir fea, pero ella nunca se quejaba, y continuaba bailando.
Bailo con zapatos rotos, zapatos viejos, zapatos demasiado grandes y zapatos 3 números más pequeños que el suyo, incluso bailo con sandalias de esas que regalan en las revistas, que se rompían antes de que los músicos empezaran a tocar la segunda pieza, pero ella estaba tan acostumbrada a moverse con los zapatos inadecuados, que ya ni se daba cuenta de lo mucho que la dolían los pies.
Un buen día, por casualidad apareció un príncipe y la trajo unos zapatos de cristal, de su número tan cómodos que no sólo permitían a la princesa moverse libremente, sino que la empezaron a curar las heridas de los pies.
La princesa, nunca había estado tan cómoda en unos zapatos, pero el príncipe, no la llevaba a bailar. El príncipe tenía un principito, con una princesa a la que su padre había encerrado en una torre, y un montón de problemas en el reino, así que andaba de acá para allá tratando de salvar el reino de la crisis y para ello trabajaba codo con codo, con la reina de un País cercano, cuya ambición imperialista, tenía al príncipe siempre demasiado lejos de la princesa, y cuando volvía estaba demasiado cansado para bailar.
Pero ella estaba tan contenta con sus zapatos que no la importaba no bailar, había aprendido, que bailar estaba bien, pero que había otras cosas muy divertidas que podía hacer ella sola.
Un día el príncipe la llevo al baile, y la princesa no se sabe en que momento, perdió un zapato.
No se sabe porque ella cuando dejo de estar cómoda, no quiso mirarse los pies, no quería ver lo que estaba pasando, así que continúo andando como si no pasase nada, el príncipe estaba tan absorto en sus pensamientos, que tampoco se dio cuenta, hasta que se encontró el zapato tirado en una esquinita del baile.
El príncipe, empezó a pensar, por un lado quería, devolverla el zapato, porque estaba seguro de que estaba hecho para ella, y que algún día bailarían juntos, pero también sabía que él no estaba para princesas, le iban a embargar el castillo, tenía a más de la mitad del reino sublevado en rebelión y no le podía dar al principito lo que el necesitaba, así que se acerco a la princesa, y la dijo que él no podía bailar con ella y que la daba la libertad, para que bailase con quien quisiera, el príncipe estaba seguro, de que muchos príncipes querrían bailar con ella y la podrían hacer más feliz que él.
La princesa se puso muy triste, sabía que su príncipe no era el más guapo, ni seguramente el más listo y que tenía más problemas que el resto de los príncipes que ella conocía, pero era el único que la había dado lo que ella necesitaba, unos zapatos cómodos con los que pudiese ser como ella era, con los que podía ser libre, a los que no tenía que adaptarse, con los que no tenía que ser quien no era.
Ella no era una princesa al uso, y lo que realmente quería era, salvar al príncipe y ayudarle a construir otro castillo, que tuviera unos cimientos más sólidos y prefería ir a la guerra y sofocar rebeliones que ponerse vestidos cursis e ir a bailes, pero explícale tu eso al príncipe, que estaba educado, para ser él quien llevase la espada y que además había dejado de creer en si mismo y creía que lo mejor para la princesa era tenerle lejos.
Así que la princesa se quito el otro zapato y se fue descalza del baile, y descubrió, que descalza también se está muy cómoda y se puede ser muy feliz.
Cuando llegó a su casa, la princesa, dejo el otro zapato sobre la mesa, para poder verlo todos los días y recordar, que nunca debe usar un zapato que sea menos cómodo que ese, así que mientras que llegue el zapato adecuado ella seguirá feliz y descalza, aunque no vuelva a ir a bailes.
A veces le mira, y piensa que habrá sido de su compañero, tal vez se rompió en mil pedazos, o a lo mejor el príncipe lo cogió, pensando que algún día podrá volvérselo a traer, para que puedan bailar juntos, pero eso es algo que solo puede saber el príncipe… Y con los príncipes nunca se sabe.

domingo, 25 de noviembre de 2007

El hombre que bailaba con las olas del mar


Por su edad era un hombre joven, pero sus ojos siempre me dijeron lo contrario.
Su mirada escondía, la sabiduría de las personas que han vivido mucho, incluso demasiado, una mirada serena, que sin embargo, si eras capaz de mantenerla el tiempo suficiente, vislumbraba un leve destello de cólera, que duraba tal vez menos de un segundo, cómo el de una estrella fugaz, pero que dejaba en el alma el sabor agridulce de la melancolía y mostraba tras de si la profunda tristeza que ocultaba su corazón.
Le conocí por casualidad, en el bullicio de una fiesta en la que posiblemente ni el ni yo queríamos estar, en la que nadie era quien decía ser, todo un festival de máscaras, en dónde todos vestidos de punta en blanco estrenaban sus mejores sonrisas fariseas para correr detrás de un fin.
Como el me dijo, tiempo después, todos corrían hacia alguna parte, menos tú que también corrías pero no ibas a ningún lado y yo que hacía tiempo que había dejado de correr.
Tal vez fue en aquel instante, en el que nuestras miradas se fundieron, en aquella maraña de vanidades, cuando nos hicimos amigos para siempre.
Aquella primera noche no hablamos demasiado, no hizo falta hablar, para que de un solo vistazo, el fuese capaz de verme por dentro, como si a través de su retina pudiese escanearme el alma.
Yo llevaba demasiado tiempo encerrada en el laberinto, tanto que hasta se me había perdido el minotauro, no recordaba si yo misma había diseñado, aquellos estrechos pasillos, lo que tenía claro era que no era capaz de salir, casi tan claro como el tenía que no sentía ninguna vocación de Teseo y que no había llegado hasta allí para salvarme.
Aquella noche como en tantas otras yo también llevaba una máscara, una que hasta el momento me había dado muy buenos resultados, ya que aunque siempre estaba rodeada de gente nadie había llegado a descubrir mi rostro, hoy entiendo que no por la calidad de mi disfraz, si no porque hacía mucho tiempo que nadie me miraba, que nadie quería ver en mi, nada más allá de lo que yo mostraba, algunos porque estaban tan perdidos como yo en sus propios laberintos, y otros porque sabían que si levantaban el antifaz seguramente lo que hallasen no resultaría cómodo y sería muy poco rentable.
Recuerdo que miró mi copa, y me dijo que podía ver mis secretos, no cabía la menor duda de que era un gran seductor, y no le di el menor crédito a su comentario, me limite a mantener el coqueteo como pude, ya que yo nunca he tenido mucho arte en esas lides y él sin embargo jugaba en modo profesional.
La sorpresa vino días más tardes cuando al abrir mi correo electrónico encontré un e mail suyo en el que realizaba una fotografía tan exacta de mi vida que llegue a sentir pánico.
Parecía poder leer en mi interior, como si toda mi estructura fuese transparente, yo que me tenía a mi misma por un código bien encriptado.
Veía cosas en mí que ni siquiera yo era capaz de ver, o debería decir que yo no quería mirar.
Durante los meses siguientes los correos se fueron sucediendo y en cada uno de ellos, resucitaba una parte de mi misma, partes de mi que el dolor había anestesiado, convirtiéndome en una especie de mujer en coma profundo, que vivía como un autómata la vida de los demás para no observar los restos del naufragio, para no tomar conciencia de que la suya había sido declarada hace tiempo zona catastrófica.
Cuando volvimos a vernos, yo seguía encerrada, pero al menos había dejado de decorar las paredes del laberinto, ya no quería estar cómoda allí, quería escaparme aunque perdiese la vida en el intento, aunque tuviese que escalar las paredes y tirarme al vacío.
Al encontrarme de nuevo con sus ojos, yo también pude ver su máscara, una máscara mucho más sutil que la mía, pero muchísimo más sólida, una barrera a la que dejaba acercarse a todos y en especial a todas, pero que jamás abría, pero la barrera no me separaba de su corazón, porque yo la estaba viendo desde dentro, y aunque dudo que jamás lo reconozca yo leía en su alma igual de fluidamente que el en la mía, quizás porque en el fondo no fuesen tan diferentes.
Meses después salí del laberinto, y como antes anticipaba, no fue por la puerta, salí en caída libre y apunto estuve de no contarlo, pero en cuanto pude poner los pies sobre el suelo, llena de magulladuras, tome un avión y fui en su busca, sabía que no iba a curarme las heridas, que la condescendencia no figuraba en su vocabulario y que no sería indulgente con mis errores cómo tampoco lo era con los suyos, también sabía que la nuestra no era una historia de amor, pero tenía claro que sus abrazos de corazón a corazón, me inyectarían la fuerza necesaria para reconstruir el imperio empezando por mi misma, o para empezar desde cero en cualquier otro lugar.
Aunque en aquel momento yo ya sabía mucho de su vida, y sabía dónde residía el fogonazo de cólera, que tan largo tiempo llevaba ocultando en una caja de los truenos que siempre temió que se abriera arrasándolo todo, estaba en lo cierto, había vivido mucho, había vivido demasiado, como un alma errante buscando fuera su sitio, tal vez porque no lo encontró dentro, pero no entendí lo que decían sus ojos hasta que no me mostró su mundo, entonces entendí de dónde nacía aquella serenidad, que se encontraba ahí, para todo el que quisiese verla, entendí que tal vez, en lugar de estrellarme contra los muros de mi propia cárcel debí apretar el botón de salida que siempre estuvo al alcance de mis manos aunque yo no pudiera verlo, y aprendí a contemplar la caída de las hojas de los árboles, y el comportamiento de los perros, que a diferencia de nosotros sólo pelean hasta que uno de ellos comienza a llorar y aprendí a ver la vida desde fuera, observarla a cámara lenta, en lugar de continuar corriendo sobre una cinta andadora interminable, que me agotaba sin llevarme a ninguna parte, y aprendí cogida de su mano a bailar con las olas del mar, aprendiendo a oírlas venir antes de que llegaran a mojar mis pies.
No puedo decir que mi vida hoy sea un remanso de paz cómo tampoco lo es la suya, pero puedo decir que existió un antes y un después de conocerle y que ahora se lo que es la paz, como el me diría al 30%, y camino hacia ella lentamente, observando los acontecimientos.
Las cosas podrían haber sido diferentes, él podría haberme salvado, yo habría estado encantada, podríamos habernos enamorado y haber sido felices, o no haberlo sido, pero al no salvarme, me hizo el mayor regalo que me han hecho en toda mi vida, me enseño a salvarme a mi misma, a cuidarme y a quererme cómo antes sólo sabía cuidar y querer a otros.
Tal vez me equivoque cuando dije hace unos párrafos que la nuestra no era una historia de amor, y debí decir que la nuestra no fue una historia romántica, fue una historia de amor con Mayúsculas, de ese amor sin pretensiones como es el amor por uno mismo y que sólo son capaces de entender unos ojos con la edad de los suyos.

viernes, 16 de noviembre de 2007

William Shakespeare. Aprenderas


Después de algún tiempo aprenderás la diferencia entre dar la mano y socorrer a un alma, y aprenderás que amar no significa apoyarse, y que compañía no siempre significa seguridad.
Comenzarás a aprender que los besos no son contratos, ni regalos, ni promesas...

Comenzarás a aceptar tus derrotas con la cabeza erguida y la mirada al frente, con la gracia de un niño y no con la tristeza de un adulto y aprenderás a construir hoy todos tus caminos, porque el terreno de mañana es incierto para los proyectos y el futuro tiene la costumbre de caer en el vacío.

Después de un tiempo aprenderás que el sol quema si te expones demasiado... aceptarás incluso que las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas... aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma....

Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla y que tu también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de la vida.

Aprenderás que las nuevas amistades continúan creciendo a pesar de las distancias, y que no importa qué es lo que tienes, sino a quién tienes en la vida y que los buenos amigos son la familia que nos permitimos elegir.

Aprenderás que no tenemos que cambiar de amigos, si estamos dispuestos a aceptar que los amigos cambian.

Te darás cuenta que puedes pasar buenos momentos con tu mejor amigo haciendo cualquier cosa o simplemente nada, sólo por el placer de disfrutar su compañía.

Descubrirás que muchas veces tomas a la ligera a las personas que más te importan y por eso siempre debemos decir a esas personas que las amamos, porque nunca estaremos seguros de cuándo será la última vez que las veamos.

Aprenderás que las circunstancias y el ambiente que nos rodea tienen influencia sobre nosotros, pero nosotros somos los únicos responsables de lo que hacemos.

Comenzarás a aprender que no nos debemos comparar con los demás, salvo cuando queramos imitarlos para mejorar.
Descubrirás que se lleva mucho tiempo para llegar a ser la persona que quieres ser, y que el tiempo es corto.

Aprenderás que no importa a dónde llegaste, sino a dónde te diriges y si no lo sabes, cualquier lugar sirve...

Aprenderás que si no controlas tus actos, ellos te controlarán y que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad, porque no importa cuán delicada y frágil sea una situación: siempre existen dos lados.
Aprenderás que héroes son las personas que hicieron lo que era necesario, enfrentando las consecuencias...

Aprenderás que la paciencia requiere mucha práctica.
Descubrirás que algunas veces, la persona que esperas que te patee cuando te caes, tal vez sea una de las pocas que te ayuden a levantarte.

Madurar tiene más que ver con lo que has aprendido de las experiencias, que con los años vividos.

Aprenderás que hay mucho más de tus padres en ti de lo que supones.

Aprenderás que nunca se debe decir a un niño que sus sueños son tonterías, porque pocas cosas son tan humillantes y sería una tragedia si lo creyese porque le estarás quitando la esperanza.

Aprenderás que cuando sientes rabia, tienes derecho a tenerla, pero eso no te da el derecho a ser cruel.

Descubrirás que sólo porque alguien no te ama de la forma que quieres, no significa que no te ame con todo lo que puede, porque hay personas que nos aman, pero que no saben cómo demostrarlo... No siempre es suficiente ser perdonado por alguien, algunas veces tendrás que aprender a perdonarte a ti mismo.

Aprenderás que con la misma severidad con que juzgas, también serás juzgado y en algún momento condenado.

Aprenderás que no importa en cuántos pedazos tu corazón se partió, el mundo no se detiene para que lo arregles.

Aprenderás que el tiempo no es algo que pueda volver hacia atrás, por lo tanto, debes cultivar tu propio jardín y decorar tu alma, en vez de esperar que alguien te traiga flores.

Entonces y sólo entonces sabrás realmente lo que puedes soportar; que eres fuerte y que podrás ir mucho más lejos de lo que sabias cuando creías que no se podía más.

Es que realmente la vida vale cuando tienes el valor de enfrentarla!!!.