
Érase una vez una princesa, que desde pequeña, siempre quiso bailar.
La princesa, creía que nunca iba a encontrar el príncipe adecuado y por eso empezó a bailar con vulgares cortesanos, que la trajeron zapatos, que la quedaban muy pequeños, pero ella, aunque estaba incómoda, bailaba, porque siempre quiso bailar.
También bailo con príncipes que la trajeron zapatos horrorosos con los que la princesa se empezó a sentir fea, pero ella nunca se quejaba, y continuaba bailando.
Bailo con zapatos rotos, zapatos viejos, zapatos demasiado grandes y zapatos 3 números más pequeños que el suyo, incluso bailo con sandalias de esas que regalan en las revistas, que se rompían antes de que los músicos empezaran a tocar la segunda pieza, pero ella estaba tan acostumbrada a moverse con los zapatos inadecuados, que ya ni se daba cuenta de lo mucho que la dolían los pies.
Un buen día, por casualidad apareció un príncipe y la trajo unos zapatos de cristal, de su número tan cómodos que no sólo permitían a la princesa moverse libremente, sino que la empezaron a curar las heridas de los pies.
La princesa, nunca había estado tan cómoda en unos zapatos, pero el príncipe, no la llevaba a bailar. El príncipe tenía un principito, con una princesa a la que su padre había encerrado en una torre, y un montón de problemas en el reino, así que andaba de acá para allá tratando de salvar el reino de la crisis y para ello trabajaba codo con codo, con la reina de un País cercano, cuya ambición imperialista, tenía al príncipe siempre demasiado lejos de la princesa, y cuando volvía estaba demasiado cansado para bailar.
Pero ella estaba tan contenta con sus zapatos que no la importaba no bailar, había aprendido, que bailar estaba bien, pero que había otras cosas muy divertidas que podía hacer ella sola.
Un día el príncipe la llevo al baile, y la princesa no se sabe en que momento, perdió un zapato.
La princesa, creía que nunca iba a encontrar el príncipe adecuado y por eso empezó a bailar con vulgares cortesanos, que la trajeron zapatos, que la quedaban muy pequeños, pero ella, aunque estaba incómoda, bailaba, porque siempre quiso bailar.
También bailo con príncipes que la trajeron zapatos horrorosos con los que la princesa se empezó a sentir fea, pero ella nunca se quejaba, y continuaba bailando.
Bailo con zapatos rotos, zapatos viejos, zapatos demasiado grandes y zapatos 3 números más pequeños que el suyo, incluso bailo con sandalias de esas que regalan en las revistas, que se rompían antes de que los músicos empezaran a tocar la segunda pieza, pero ella estaba tan acostumbrada a moverse con los zapatos inadecuados, que ya ni se daba cuenta de lo mucho que la dolían los pies.
Un buen día, por casualidad apareció un príncipe y la trajo unos zapatos de cristal, de su número tan cómodos que no sólo permitían a la princesa moverse libremente, sino que la empezaron a curar las heridas de los pies.
La princesa, nunca había estado tan cómoda en unos zapatos, pero el príncipe, no la llevaba a bailar. El príncipe tenía un principito, con una princesa a la que su padre había encerrado en una torre, y un montón de problemas en el reino, así que andaba de acá para allá tratando de salvar el reino de la crisis y para ello trabajaba codo con codo, con la reina de un País cercano, cuya ambición imperialista, tenía al príncipe siempre demasiado lejos de la princesa, y cuando volvía estaba demasiado cansado para bailar.
Pero ella estaba tan contenta con sus zapatos que no la importaba no bailar, había aprendido, que bailar estaba bien, pero que había otras cosas muy divertidas que podía hacer ella sola.
Un día el príncipe la llevo al baile, y la princesa no se sabe en que momento, perdió un zapato.
No se sabe porque ella cuando dejo de estar cómoda, no quiso mirarse los pies, no quería ver lo que estaba pasando, así que continúo andando como si no pasase nada, el príncipe estaba tan absorto en sus pensamientos, que tampoco se dio cuenta, hasta que se encontró el zapato tirado en una esquinita del baile.
El príncipe, empezó a pensar, por un lado quería, devolverla el zapato, porque estaba seguro de que estaba hecho para ella, y que algún día bailarían juntos, pero también sabía que él no estaba para princesas, le iban a embargar el castillo, tenía a más de la mitad del reino sublevado en rebelión y no le podía dar al principito lo que el necesitaba, así que se acerco a la princesa, y la dijo que él no podía bailar con ella y que la daba la libertad, para que bailase con quien quisiera, el príncipe estaba seguro, de que muchos príncipes querrían bailar con ella y la podrían hacer más feliz que él.
La princesa se puso muy triste, sabía que su príncipe no era el más guapo, ni seguramente el más listo y que tenía más problemas que el resto de los príncipes que ella conocía, pero era el único que la había dado lo que ella necesitaba, unos zapatos cómodos con los que pudiese ser como ella era, con los que podía ser libre, a los que no tenía que adaptarse, con los que no tenía que ser quien no era.
Ella no era una princesa al uso, y lo que realmente quería era, salvar al príncipe y ayudarle a construir otro castillo, que tuviera unos cimientos más sólidos y prefería ir a la guerra y sofocar rebeliones que ponerse vestidos cursis e ir a bailes, pero explícale tu eso al príncipe, que estaba educado, para ser él quien llevase la espada y que además había dejado de creer en si mismo y creía que lo mejor para la princesa era tenerle lejos.
Así que la princesa se quito el otro zapato y se fue descalza del baile, y descubrió, que descalza también se está muy cómoda y se puede ser muy feliz.
Cuando llegó a su casa, la princesa, dejo el otro zapato sobre la mesa, para poder verlo todos los días y recordar, que nunca debe usar un zapato que sea menos cómodo que ese, así que mientras que llegue el zapato adecuado ella seguirá feliz y descalza, aunque no vuelva a ir a bailes.
A veces le mira, y piensa que habrá sido de su compañero, tal vez se rompió en mil pedazos, o a lo mejor el príncipe lo cogió, pensando que algún día podrá volvérselo a traer, para que puedan bailar juntos, pero eso es algo que solo puede saber el príncipe… Y con los príncipes nunca se sabe.
El príncipe, empezó a pensar, por un lado quería, devolverla el zapato, porque estaba seguro de que estaba hecho para ella, y que algún día bailarían juntos, pero también sabía que él no estaba para princesas, le iban a embargar el castillo, tenía a más de la mitad del reino sublevado en rebelión y no le podía dar al principito lo que el necesitaba, así que se acerco a la princesa, y la dijo que él no podía bailar con ella y que la daba la libertad, para que bailase con quien quisiera, el príncipe estaba seguro, de que muchos príncipes querrían bailar con ella y la podrían hacer más feliz que él.
La princesa se puso muy triste, sabía que su príncipe no era el más guapo, ni seguramente el más listo y que tenía más problemas que el resto de los príncipes que ella conocía, pero era el único que la había dado lo que ella necesitaba, unos zapatos cómodos con los que pudiese ser como ella era, con los que podía ser libre, a los que no tenía que adaptarse, con los que no tenía que ser quien no era.
Ella no era una princesa al uso, y lo que realmente quería era, salvar al príncipe y ayudarle a construir otro castillo, que tuviera unos cimientos más sólidos y prefería ir a la guerra y sofocar rebeliones que ponerse vestidos cursis e ir a bailes, pero explícale tu eso al príncipe, que estaba educado, para ser él quien llevase la espada y que además había dejado de creer en si mismo y creía que lo mejor para la princesa era tenerle lejos.
Así que la princesa se quito el otro zapato y se fue descalza del baile, y descubrió, que descalza también se está muy cómoda y se puede ser muy feliz.
Cuando llegó a su casa, la princesa, dejo el otro zapato sobre la mesa, para poder verlo todos los días y recordar, que nunca debe usar un zapato que sea menos cómodo que ese, así que mientras que llegue el zapato adecuado ella seguirá feliz y descalza, aunque no vuelva a ir a bailes.
A veces le mira, y piensa que habrá sido de su compañero, tal vez se rompió en mil pedazos, o a lo mejor el príncipe lo cogió, pensando que algún día podrá volvérselo a traer, para que puedan bailar juntos, pero eso es algo que solo puede saber el príncipe… Y con los príncipes nunca se sabe.

